jueves, 29 de abril de 2010

La solicitud del ejido de Puerto Tetzo gana su primera batalla

En los primeros días de 1986, los veinte jóvenes indígenas de puerto Tetzo recibieron la primera respuesta oficial a su petición de tierras ejidales : la solicitud no procedía, pues no había terrenos susceptibles de expropiación en las inmediaciones de Puerto Tetzo.
– ¡Cómo que no hay terrenos que expropiar! Y entonces ¿los del tal Gabriel Hernández que son?
– Pinche Reforma Agraria ¡no sirve pa’ nada!
–¡Vamos a invadir los terrenos! ¡Para que vean que sí hay!
– A la chingada, ¡yo me voy pa’l norte!
– ¡Y ahora qué hacemos!
– ¡Vamos a ver a los del Mezquite!
– ¡Son chingaderas!
–Tranquilos –dice el Profe– ya les había dicho que ganar los terrenos no va a ser fácil. Apenas estamos comenzando. Ni se aceleren ni se desanimen. Vamos a la delegación agraria, en Pachuca, a preguntar por qué dicen que no hay terrenos. Nosotros sabemos que sí hay.
Se acordó que fueran los tres integrantes del Comité Particular Agrario y que los acompañara el Profe, para algo era diputado.

En Pachuca la comisión se presentó con el jefe de la oficina que levantaba los planos de Reforma Agraria. El funcionario y dos ingenieros más presentaron muy orondos un plano que abarcaba toda la zona comprendida entre Tasquillo, Rinconada, Palmas y el río Tula. Toda la carta estaba dividida en polígonos diversos, numerados consecutivamente y en la leyenda aparecían los nombres de los propietarios de cada predio, todos, según el plano, pequeña propiedad individual. El poblado de Puerto Tetzo aparecía casi al centro.
– ¿Cuántas hectáreas representa este polígono? –preguntó el Profe eligiendo uno aparentemente al azar. No había polígonos notablemente más grandes.
– Mmm ... son como doscientas hectáreas semidesérticas, sin riego ... pequeña propiedad, diputado –contestó el jefe de ingenieros.
– Este plano está mal– afirmó categórico el Profe.
Los tres ingenieros se le fueron encima: “¿Cómo va a estar mal?”, “y usted qué sabe de planos”, “lo hemos levantado entre todos nosotros, casi personalmente”.
– Pues está mal– volvió a decir el Profe.
– Discúlpenos, diputado– habló el jefe de ingenieros casi a punto de gritar– esto está bien, aunque usted sea diputado. Es una cuestión técnica y no podemos cambiarla.
– Pues el plano está mal y se los voy a demostrar frente al propio delegado agrario.
–Muy bien, vamos con él– cerró triunfante el jefe de ingenieros.

Cuando sus subordinados le dijeron, con bastante retintín, que el diputado afirmaba que un plano de la Reforma Agraria estaba mal, el delegado mostró un rostro airado, pero sabedor de su puesto dominó la ira y preguntó cortés, pero seco:
– Por qué dice que está mal el plano, señor diputado– y contemplaba la carta desplegada sobre su escritorio.
– Dígame usted, señor delegado, ¿dónde están las 1,308 hectáreas que el señor gobernador y usted mismo entregaron a los comuneros de Puerto Tetzo hace dos años?

Bastaron menos de cinco segundos para que al delegado le cambiara la expresión comedida y volcara su frustración en contra del equipo de ingenieros que recibieron una fuerte reprimenda pública y la orden terminante de que rehicieran “inmediatamente” el plano subsanando todas sus deficiencias. El primer escollo desapareció. Ocho días después la solicitud estaba publicada en el diario oficial del gobierno del estado de Hidalgo. Ahora habría que esperar para saber si alguien reclamaba los terrenos señalados como expropiables y demostraba que era legítimo propietario y poseedor.

jueves, 22 de abril de 2010

El grupo de los Blancos

Me desperté temprano, poco después de las cinco de la mañana, como si me tocara trabajar en el primer turno, pero esta semana me toca en el segundo.
Ayer los rumores eran muy fuertes: vendrían los mineros de Nueva Rosita, Muzquiz y Sabinas comandados por los charros de Napoleón Gómez Sada a tomar el sindicato por la fuerza e imponer a los rojos o a los azules, lo mismo da. Nos costó un chingo sacar a esos charros. Yo era uno de los miedosos que no quería votar por los blancos, quedar registrado y que luego me quitaran el trabajo. No le tengo miedo a los madrazos. El día que nos agarramos rojos contra azules en el auditorio del sindicato –ya ni me acuerdo con quién estaba yo-– no me importó que casi me rompieran el brazo y yo desmayé al Chino al pegarle en la cabeza con la pata de una banca de las muchas que rompimos. No me di cuenta que los soldados no dejaban salir a nadie. Yo andaba en la mera bola, a medio salón, donde nos atizábamos con más gusto. Así es que no le tengo miedo a los madrazos, pero otra cosa es que te corran de Altos Hornos porque no encontrarás ningún otro trabajo ni la mitad de bueno.
Ya me iba a dormir otra vez cuando llegaron por mi. Vinieron Armando y el Chino, sí, al que desmayé de un golpe y que después nos hicimos amigos. Que era segura la llegada de los mineros de Nueva Rosita. Que venían en una hilera de camiones a la que no se le veía fin para tomar el sindicato a como diera lugar. Que no tardaban en llegar.
–Venimos por tí, pinche Luciano, porque sabemos que no te rajas– me dijo el Chino.
Me explicaron que en la noche se habían formado brigadas con diferentes fines. Que a ellos les había tocado estar en las que debían llevar cubetas con gasolina y colocarse en las barricadas que habría en la carretera que viene de Sabinas. Salimos en mi camioneta antes de la seis y tuvimos que pelearnos en la gasolinera porque no querían echar la gasolina en recipiente descubiertos. Total, llegamos al retén cerca de las seis y media de la mañana. Ya estaban las brigadas con bates, palos y estrobos y las brigadas de los que habían atravesado vehículos en la carretera. A nosotros nos tocó a la atura de lo que sería el quinto o sexto camión, según nos dijeron. La espera no se nos hizo larga. A eso de las nueve llegó la choricera de autobuses. Como habíamos acordado, a la puerta de cada camión se amontonaron los de los bates o llaves estilson y nosotros rodeamos el camión.
–Pinche chofer, ni abras la puerta– le gritó bien fuerte el que mandaba nuestra brigada – con uno sólo que baje regamos tu camión con gasolina y lo prendemos. Si bajan algunos ya veremos de a cómo nos toca, pero los que no alcancen a bajar se va a morir chamuscados.
Luego supe que hasta del primer turno salieron muchos y llegaron a apoyarnos. Por eso éramos tantos. Nos la pelaron. Se regresaron todos y salvamos a nuestra dirección sindical, a los del grupo blanco. Blancos de casualidad porque no resultamos blancas palomas. Napoleón todavía debe estar vomitando bilis.

jueves, 15 de abril de 2010

Crónicas periodísticas. La Convención de Aguascalientes, 1914.

Felipe Gómez nos ha traído recortes de un periódico de la ciudad de Aguascalientes fechado el sábado 17 de octubre de 1914. Además del encabezado del periódico donde aparecen la fecha y demás datos, en la primera plana se anuncian las “Crónicas de la Convención, por Tomás Cruz, revolucionario desde 1910” como artículo importante en la página 3.
Felipe afirma que los ha guardado para burlarse de Tomás. El periódico, que Felipe llama “periodicucho”, tiene un formato muy pobre. Transcribimos parte de la nota, respetando la escritura original.

“... ese día jueves, 15 de octubre, será un gran día para la Convención. Ese día, en esta ciudad aquicalidense, la Convención se declaró “Soberana”, rescatando el principio de la soberanía popular de los revolucionarios francés.
Pero más importante es el regreso a la civilidad al proponerse que los principales jefes melitares, estos son Venustiano Carranza, Francisco Villa, Alvaro Obregón, Emiliano Zapata y Pablo González abandonen sus cargos. Para todos nosotros, que desde 1910 andamos con las armas en la mano buscando la justicia pa todos, es muy importante que nuestros jefes sean civiles. Así lo celebró lo más granado de la sociedad de Aguascalientes más tarde en la plaza principal, en torno a la columna jónica que señala el mero centro geográfico de México. Quienes siempre hemos seguido a Pancho Villa no sentimos pesar de que abandone el puesto y estamos dispuestos a retirarnos de la vida militar y seguir más a los prinsipios que a los caudillos. Además, como dice el pueblo: es lo mismo con Chana que con Juana ...”

En ese tenor continúa la nota que según Felipe muestra muchas contradicciones en el pensar y proceder del “intelectual” Tomás Cruz. No se reseña que finalmente sólo se desconoció a Venustiano Carranza. Tal vez ese resultado no se dio el jueves 15, pero todos conocemos el hecho que no obstó para que Tomás terminara en el bando de Carranza, adulando a quien finalmente triunfó en las alturas del poder.

jueves, 8 de abril de 2010

Antecedentes y primeros pasos de la “Solicitud del ejido de Puerto Tetzo”

En 1983 los ciento noventa y siete ñahñúhs jefes de familia de Puerto Tetzo, del municipio de Cardonal Hidalgo obtuvieron la resolución presidencial que reconoce y titula como bienes comunales a las 1,308 hectáreas que rodean al poblado.
Ese mismo año, como medida propagandística del régimen estatal, la resolución presidencial se ejecutó y las tierras fueron formalmente “entregadas” en una ceremonia ampliamente difundida por prensa, radio y televisión, efectuada en el desértico poblado, a la que asistieron tanto el gobernador del estado como las autoridades agrarias federales comisionadas en Hidalgo. En ese acto protocolario se anunció un “apoyo estatal extraordinario” para la reforestación con magueyes y nopal forrajero de los recién reconocidos bienes. Todo un gran y muy difundido espectáculo mediático.
Dos años después, en 1985, los comuneros del Mezquite, a unos pocos kilómetros de distancia de Puerto Tetzo, desalojaron en defensa de su propiedad social a un campesino que pretendía convertir en propiedad privada la parcela en que vivía.
Ese mismo año diez y siete jóvenes de Puerto Tetzo, campesinos “con sus derechos a salvo”, asesorados por los comuneros del Mezquite iniciaron la lectura de la Ley de la Reforma Agraria. Fácilmente convencieron a tres indígenas más de su poblado, algo mayores que ellos, para que se unieran al grupo y así completar los veinte campesinos sin tierra que la ley vigente por entonces requería para solicitar tierras ejidales.
Con la ayuda de “el Profe”, quien fuera testigo mudo en el desalojo realizado en el Mezquite, elaboraron la solicitud oficial de “dotación ejidal”, cuidando satisfacer todos los requisitos legales. En tiempo y forma le entregaron el oficio a la autoridad estatal correspondiente en septiembre de 1985.
La solicitud señaló como terrenos afectables las hectáreas ociosas y sin propietario conocido de la margen derecha del río Tula a la altura del balneario Tzindejéh
Pocos meses después, a principios de 1986, llegó la primera respuesta oficial: la solicitud no procedía, pues no había terrenos susceptibles de expropiación en las inmediaciones de Puerto Tetzo. Empezó entonces una larga batalla, tanto en el terreno de los hechos como en el legal, cuyo desenlace final todavía no se conoce.

jueves, 1 de abril de 2010

Anécdotas perdidas (no solicitadas)

Mi partido perdió su registro en 1991 y se disolvió poco a poco en los meses siguientes. Murió sin intentar luchas heroicas y que yo sepa nadie o casi nadie lo lloró. El partido se extinguía mansamente pero yo tenía que seguir viviendo. Conseguí trabajo en algo parecido a una "agencia de desarrollo" financiada por la social democracia alemana, con oficinas en el Distrito Federal. El jefe, un alemán redondo, tenía casa en Tasquillo Hidalgo desde hacía años y pasaba allá los fines de semana. Tenía un caballo con el que solía pasear por los cerros que rodean el Valle del Mezquital.
Un lunes cualquiera trabajaba yo muy temprano en la oficina. En la entrada estaba la recepcionista y alguien más. De pronto llegó el jefe y empezó a contar en voz alta el susto que un día antes le habían dado en Tasquillo "unos campesinos jóvenes, todos ñahñúhs". Su agitada voz convocó a otros cuatro compañeros de trabajo.
– Ayer salí a pasear temprano en mi caballo– repetía sobresaltado el jefe– crucé el río y al pasar por los terrenos que están frente a Tzindejéh me rodearon los ñahñúhs. Estaban muy enojados. Empuñaban machetes y bieldos y me acusaron a gritos de espía, o algo así, a sueldo de un terrateniente. En un momento dado pensé azotar al caballo y salir corriendo pero estaba rodeado por todas partes y decidí que al pasar alguno de esos jóvenes me alcanzaría a golpear y quién sabe qué pasaría. Intenté convencerlos de que no tenía relación con ningún ladrón de terrenos. Ellos decían que sí, que el ser güerito lo confirmaba. Me salvó mi acento alemán. Alguien dijo "es el gringo que vive en Taquillo" y al fin me dejaron ir. No sé que decían de unos terrenos en pleito, que les invadieron o ellos invadieron. Salí despacio y temblando del cerco que abrieron. Creo que sí eran capaces de matarme. Estaban muy enojados.
Cuando terminó su relato le dije:
– Yo conozco a esos muchachos. No te hubieran hecho nada. Son gente buena.
– ¿Tú los conoces? A poco eran de tu partido.
– Hice con ellos la solicitud de ejido, señalando esas tierras como susceptibles de expropiación. También les ayudé a que la solicitud avanzara. Los conozco bien. Viven en Puerto Tetzo. Yo me encargo que un día de fiesta te inviten a comer barbacoa en su pueblo. Ellos son los que invadieron, su solicitud está detenida y por eso la hacen avanzar con hechos. No estuve en la invasión pero los conozco a todos.