jueves, 31 de marzo de 2011

El ejido sigue siendo protagónico

El lunes pasado, 28 de marzo, ya atardeciendo, estábamos reunidos para seguir oyendo la narración de Jacinto y recordar cómo fue que por poco le dispara a Tomás Cruz en una cantina, cuando uno de nosotros nos leyó una noticia que necesitamos comentar, aunque se atrasen otras narraciones.
La noticia dice que en un ejido en el estado de Hidalgo, cuyos dueños son ñahñúhs, casi a la entrada del Valle del Mezquital, lugar del que hemos hablado muchas veces en estas narraciones, murieron por disparos de arma de fuego el tesorero y el presidente del comisariado ejidal.
Hemos buscado afanosamente más detalles y, aunque encontramos más de diez notas de diversos periódicos, tanto nacionales como regionales y hasta un comunicado de prensa oficial de la policía del estado de Hidalgo, no tenemos claro lo sucedido. Más bien la confusión ha aumentado, por la profusión de noticias contradictorias, además de la ignorancia de los periodistas sobre la realidad ejidal, ignorancia que baila en sus escritos periodísticos.
Sin embargo algo sí nos queda muy claro: el centro del conflicto es una venta de tierras ejidales; tierras que compró o vendió un diputado local del PRI, no sabemos si siguiendo o no las formalidades legales. Nosotros suponemos que el diputado debe haber comprado las tierras ejidales sin ser ejidatario o si tiene esa calidad las vendió sin que hayan sido suyas, pues el ejido es una propiedad colectiva y nadie en particular es dueño de una parte, sino todos los ejidatarios lo son de todo el terreno.
Como haya sido es claro para nosotros que el diputado local del PRI intervino en la compraventa de terrenos ejidales, pues al buscar más datos encontramos una noticia de hace un mes donde se informa que los ejidatarios irrumpieron en el congreso del estado para reclamarle al tal diputado lo referente a la compraventa, lo que indica que el conflicto ya es añejo.
En 1992 se hizo una modificación a la ley de la reforma agraria para posibilitar la venta de parcelas ejidales en casos muy especiales y con condiciones claramente estipuladas en la ley. La finalidad, se dijo entonces por los que nos opusimos a esa ley, fue dar un golpe de muerte al ejido, por el que muchos de nosotros luchamos y morimos, pero el golpe no ha sido mortal. El ejido lucha por su sobrevivencia y, a veces, como en este caso, para sobrevivir causa la muerte de quienes luchan por defenderlo o atacarlo. No apoyamos ni celebramos esas muertes. Nosotros queremos que el ejido viva en paz, dando sustento tranquilidad y seguridad a sus propietarios colectivos. Para eso hicimos una revolución que ahora, poco a poco, estamos recordando. Nos entristece mucho que haya muertes. Algunos de nosotros nos enojamos de veras por que se tenga que llegar a esos extremos. Nos enojamos contra los que provocaron estos desmanes al modificar la ley. Hemos conocido y contado en estas líneas casos donde algunos de nosotros estuvimos a punto de matar o de morir luchando por los bienes y derechos de un ejido. Muchas veces logramos que nadie pereciera y otras hemos lamentado la muerte de algunos involucrados. No queremos más muertes, pero sabemos que hay miles, millones más bien, de ejidatarios que todavía actualmente están dispuestos a luchar, aunque sólo sea visceralmente, por defender los bienes ejidales de quienes quieren terminar con la propiedad colectiva de la tierra, tipo de propiedad que heredamos de nuestros antepasados indígenas. No es casual que las muertes que hoy lamentamos se hayan dado entre indígenas ñahñúhs, en las cercanías del pueblo llamado Yolotepec, estado de Hidalgo.

La noticia aquí: http://www.milenio.com/node/680996
o:
http://www.oem.com.mx/elsoldehidalgo/notas/n2019955.htm
o: http://sdpnoticias.com/nota/26731/Dos_personas_sin_vida_saldo_de_un_tiroteo_entre_vecinos_en_Hidalgo

jueves, 24 de marzo de 2011

Algunos recuerdos de Jacinto Arriaga II

Cuando Isidro, Chema y yo iniciamos el camino a Tamaulipas, una noche en que todo lo veíamos negro, no imaginábamos que recorreríamos más de mil quinientos kilómetros durante casi seis meses. Tampoco pensábamos que unas cinco semanas después Isidro se despediría de nosotros. Nunca más hemos vuelto a saber de él.
Transcurridos unos pocos días nos dimos cuenta que viajar con una mula cargada de parque nos podía llevar a un paredón en algún pueblo cualquiera. Ahora no me explico por qué tomamos rumbo a la frontera. Hacia el norte fuimos encontrando fuerzas carrancistas, de modo que cambiamos rumbo y nos dirigimos al sur, seguros que más a centro del estado los pueblos todavía serían villistas.
En las cercanías de Casas Grandes decidimos vender el parque. Era más fácil esconder monedas que balas. La mula también la vendimos y entre bromas aseguramos que ni locos íbamos a trabajar de arrieros. Nos repartimos el dinero sin desacuerdos y seguimos nuestro camino hacia el sur.
Así llegamos a la ciudad de Chihuahua donde encontré de nuevo a Tomás Cruz. A mí no se me olvidaba Tamaulipas ni la Maroma, es decir la hacienda del viejo Alcántara, pero Chema e Isidro no tenían ninguna prisa en llegar. Yo, que siempre buscaba algo que leer, me encontré un periodicucho en que Tomás Cruz escribía alabanzas a un generalillo que según esto andaba persiguiendo a los villistas que por ahí quedaban desperdigados. Me encabroné de verdad; me dije "a ese pendejo yo lo mato por traidor y lameculos". La última vez que lo había visto era un día antes de que perdiéramos en Celaya y ya desde la convención de Aguascalientes había dado señales de que quería pasarse a los carrancistas. Ahora le andaba haciendo el caldo gordo a uno de tantos militares que solo querían subir y hacerse ricos robando. A un intelectual, como se llamaba a sí mismo Tomás, que anduviera escribiendo esas pendejadas sería mejor enterrarlo cuanto antes. Con gente como ellos la revolución se iba a ir al hoyo. Mejor que se adelantaran solos.
Busqué la imprenta donde hacían el periódico y tuve suerte. Tomás seguía en la ciudad y me dijeron dónde acostumbraba estar: una cantina cuyo nombre no recuerdo. Lo encontré al día siguiente en la cantina y poco faltó para que ese día me convirtiera en asesino. A Tomás lo salvaron los tres soldados carrancistas con los que andaba tomando y Chema, Isidro y yo tuvimos que huir esa misma noche. Mañana les cuento lo que pasó en la cantina.

jueves, 17 de marzo de 2011

Algunos recuerdos de Jacinto Arriaga

Aún recuerdo el mero día en que abandoné a la División del Norte. Sí, la dejé, deserté. Aquel día sólo veía dos caminos: o me iba por mi cuenta con mi pistola, mi treinta-treinta, el caballo y municiones o me quedaba como un Dorado de Pancho. No iba a ser de los que aceptaran unas cuantas monedas de oro y algunos dólares gringos cuando se disolviera la División del Norte, unos días después. No era mucho el tiempo que tardarían en recoger las armas a los escasísimos dos mil que quedábamos. Esa noche busqué a los Dorados que conocía. De veras que andaban muy raros: "Primero me matan que entregar las armas" me dijo uno, "vente con nosotros. No importa que no seas de Chihuahua. Sabemos que no te rajas". "Mejor me voy a Tamaulipas a quitarle al viejo las tierras con que he soñado, con armas, aunque me llamen desertor", le contesté ¡y no se enojó porque fuera a desertar! "Eso no es ser desertor, es mejor irse de fugado que traicionar a Pancho y a la revolución." "¡Claro!", le dije, "yo no voy a ser ni como Rosalío Hernández* ni como Tomás Urbina**, cambiando de bando o agarrando dinero". Se nos juntaron tres Dorados más. Me insistieron que me fuera con ellos, sin entregar las armas. "Con Pancho" me dijeron: " a la sierra. Nadie nos va a encontrar ¡Primero muertos que rajarse!" repetían constantemente.
"¿Y si no dejo las armas y me voy a seguirla a Tamaulipas?" les volví a decir , "¿ustedes me truenan por desertor? "¡Desertor! son más desertores los que entregan sus armas por un poco de oro y unos dólares. Si de veras la vas a seguir en Tamaulipas no seas pendejo y llévate más parque. Nosotros te lo conseguimos". Se robaron una mula y harto parque. La noche siguiente nos fuimos con esos pertrechos otros dos de Tamaulipas y yo. Abundaba la gente suelta por ahí, muchos ya habían entregado las armas y estaban saliendo para sus pueblos. Al Chema, uno de los que iba conmigo, como que le vi que traía los ojos bien aguados. Imagino que yo iba igual. O peor. Cuatro Dorados nos escoltaron más de tres kilómetros. Los recorrimos más callados que las piedras. De pronto uno de los Dorados no aguantó y se regresó al trote, muy serio. Con suerte estaba llorando y no quiso que lo viéramos. Ni se despidió. Al rato se regresaron los otros tres. Cabalgamos toda la noche. El camino a Tamaulipas lo veíamos largo, muy largo y como negro.

* Rosalío Hernández: importante revolucionario villista que abandonó a Pancho y se pasó al lado de Carranza a fines de 1915. (Nota del editor)
**Tomás Urbina: por el tiempo en que se narran estos hechos Tomás Urbina, general que cabalgó al lado de Villa y fue uno de sus hombres de confianza, fue ejecutado por gente de Francisco por ladrón, que sí lo fue. No está claro si la orden de ejecutarlo la dio Villa o solamente se hizo el desentendido cuando Rodolfo Fierro lo mató. (Nota del editor)

jueves, 10 de marzo de 2011

¿Quién nos refiere las historias aquí escritas?

Todavía, después de haber relatado tantas cosas, no sabemos quién las cuenta. Adivinamos un nosotros. Unas veces sabemos quién es el narrador ocasional, otras podríamos pensar en uno omnisciente que siempre nos resulta limitado. Ahora mismo aparece un plural planteando interrogantes.
Cuando el jueves 2 de julio de 2009 iniciamos este blog, alguno de nosotros, no recordamos quién, nos aseguró que “el pasado … ahí está, determinando nuestro presente.” La afirmación es exagerada, pero si la matizamos la compartimos totalmente. Sabemos que el pasado no nos determina en el sentido absoluto del término, pero sí influye muchísimo en cómo somos ahora. Por eso estamos buscando ese pasado: para dejar constancia en estas líneas de los caminos que ya hemos recorrido.
Así pues, hay caminos previos hacia atrás, pero los caminos hacia el frente aún no están trazados. Nos sentimos ahora como se sintió Jacinto Arriaga aquella noche en que regresó con las fuerzas derrotadas de Pancho Villa y se hablaba de que los iban a licenciar. Nos lo ha relatado muchas veces. Nos enfurece que no esté ahora entre nosotros para que nos lo vuelva a narrar. Tendrá que ser alguno de nosotros el que nos lo cuente por él.
“Yo”, dijo alguien, escuchemos el relato.
“Creo que era en enero de 1916. Jacinto platica que hacía un frío que helaba los pensamientos. La marcha sobre Agua Prieta había sido un completo fracaso. Después de la reunión de jefes villistas en Bustillos, que fue, si mal no recuerdo en diciembre del 15 o ya en enero del 16, se aceptó la liquidación de los soldados de Villa. Entregarían las armas y recibirían hasta diez monedas de oro. Jacinto dice que lo invitaron a ser parte de los Dorados. Que se fuera con ellos a la sierra, sin entregar armas. Que tuvo muchas ganas de irse con la guardia personal de Pancho, pero que al final decidió aventurarse y sin permiso de nadie, a riesgo de que lo consideraran desertor y lo tronasen, con otros dos amigos de muchas de las batallas pasadas, yo ya no me acuerdo quiénes, salió de noche, sin entregar ni armas ni municiones y tomó rumbo al poniente, desconociendo qué iba a ser de él y de sus dos compañeros, pero decididos a llegar, por donde fuera, con todo y armas, a la hacienda del viejo Alcántara ¡Y se la iban a quitar! Que si se morían en camino, pues ni modo. Perderse, claro que no, ya habían recorrido todo esas tierras muchas veces. Pero si los carrancistas los tronaban, al menos habrían intentado hacer lo que habían pensado cuando se unieron a la revolución, y sobre todo no traicionaría a Felipe Gómez; sus dos amigos, que también lo habían conocido y había peleado a su lado aceptaron ayudarle y así llegaron hasta Tamaulipas y todos sabemos lo que hicieron."
– Qué mal cuentas ¡Ya no te acuerdas de nada! – le dijimos, aunque el resumen que contó es la pura verdad.
Y acordamos que llamaríamos a Jacinto para que nos narrara bien todo aquello y cómo, sin caminos previos, logró todo lo que hizo.

jueves, 3 de marzo de 2011

Aviso especial

Hoy, jueves 3 de marzo, no se publicará ningún otro texto aparte de este aviso.

Próxima publicación, el jueves 10 de marzo.